Parece que siempre ha sido el foco en la literatura aproximarse a los componentes de la mente humana, suponiendo que es el más avanzado. Si otros animales entraron en el paisaje de la IA, fue solo para estudiar a los primates de maneras que no son prácticas para estudiar a los humanos o para simular la actividad neuronal de una babosa porque su sistema nervioso es simple.
Quizás haya una razón más progresista para considerar el uso de formas de vida más bajas como modelo para la inteligencia artificial deseada. He estado leyendo lo que EO Wilson y otros dijeron sobre las habilidades de colaboración de otras especies. Hay cualidades notables en organismos tan simples y adaptativos como las bacterias. Ciertamente, las hormigas son la especie modelo para la colaboración. Las abejas melíferas son posiblemente las más conocedoras de la construcción, llevando la sostenibilidad del estilo de vida y las interrelaciones con otras especies a una forma de arte muy superior a la capacidad de la inteligencia humana.
Utilizando analogías deportivas para caracterizar las opciones, la inteligencia humana se parece más a los deportes de gladiadores previos a la iluminación o al menos al hockey sobre hielo, donde lesionar al oponente se considera la estrategia inteligente. Lo que hacen las abejas es más como escalar montañas, construir con precisión y cuidado.
Lo que hacen las hormigas es muy similar a las carreras de relevos, donde hay poco interés en el equipo contrario porque cada colonia, al igual que cada carril en la pista es independiente y los carriles están marcados. Las hormigas marcan de manera similar su territorio, y los reclamos territoriales se respetan como en la mejor de las estadísticas geopolíticas de Westfalia. No hay celos mezquinos ni competencias únicamente por el orgullo de la primacía. Con las hormigas, al igual que con el entrenador inteligente de atletismo, el objetivo es que cada tramo de la carrera tenga un buen desempeño frente al mejor desempeño previo del corredor de relevos.
Las bacterias son los corredores de larga distancia. Intercambian ADN entre sí e ignoran todas las reglas del dolor y el miedo. Se comportan de una manera sostenible que no da nada por sentado y usa todo para sobrevivir. Y han sobrevivido durante casi toda la vida de la Tierra. Probablemente estarán alrededor de cien mil millones de años después de que la humanidad se haya ido, si el sol no se convierte en supernova primero.
¿Por qué querríamos programar computadoras para que se comporten sin cesar como competidores? ¿Las personas descargan programas de ajedrez inteligentes para que puedan perder repetidamente? No, descargan el sistema operativo Android porque colabora y no cuesta nada. ¿No podemos encontrar juegos que no sean de suma cero para jugar donde los escenarios de ganar-ganar son posibles?
¿Ya no tenemos suficientes agentes mordaces, chismosos e hipercríticos dentro de nuestra propia especie? ¿Por qué no enviar AI en la dirección de la inteligencia colaborativa, como las hormigas? ¿No sería mejor tener nuevos amigos artificiales que quisieran compartir la carga de nuestras tareas diarias?
¿No queremos que nuestros robots del futuro se construyan como una abeja melífera, en hexágonos? ¿O queremos que nuestros robots sigan nuestro ejemplo, desperdiciando el 70% de los materiales en la construcción vertical debido a una insistencia irracional en ángulos de noventa grados, como lo harían solo los humanos?